21 Jun EDUCANDO HIJOS RESPONSABLES E INDEPENDIENTES
“Corrige a tu hijo: te dará descanso, y alegría a tu vida…” (Proverbios 29:17)
Promover que nuestros hijos sean responsables e independientes, es una preocupación constante para los padres, puesto que estamos conscientes que, aunque lo deseemos, no podremos estar junto a ellos para solucionar sus conflictos, ni alertarlos de posibles peligros; además, sabemos que un día tomarán su camino y elegirán por propia voluntad su futuro. Por lo tanto, el tiempo con el que contamos como padres para prepararlos ante los desafíos de la vida, es relativamente corto. Estamos claros, sin embargo, que no hay recetas mágicas para criar hijos responsables e independientes, y que la crianza que les brindamos se basa en la que recibimos cuando fuimos niños.
Los modelos educativos y de crianza
En la actualidad, se dispone de muchos modelos educativos de crianza, unos más estrictos, otros más flexibles, algunos tradicionales y otros más liberales, válidos todos, con ventajas y desventajas. Pese a ello, siempre nos sorprende ver lo que pueden resultar los hijos criados por un mismo padre y una madre en un mismo hogar. Y entonces surgen las preguntas: ¿Por qué si los eduqué a todos por igual, uno es tan distinto del otro?, ¿Por qué uno si tomó y acató las normas familiares y el otro nunca quiso hacerlo?, ¿Por qué un hijo aprovechó mejor la vida que el otro?, ¿Por qué no pude trasmitir a todos mis hijos las enseñanzas que quise?
Y en este sentido, consideramos primero la individualidad de cada persona; somos seres distintos pese a ser hijos del mismo padre y madre, tenemos personalidad propia y como tal requerimos ser tratados de forma personalizada; por lo tanto, en un hogar, si bien deben existir normas generales comunes, la forma de enseñarlas y transmitirlas a cada hijo debe ser individualizada
Pero algo más hay detrás de esta particularidad del ser, y es lo que cada hijo está dispuesto a “aprender” de sus padres. Para algunos hijos, a medida que crecen les resulta más fácil entender que sus padres no son seres “perfectos”, por el contrario, son personas normales que se equivocan y comenten errores.
Hay otros tipos de hijos que esperan continuamente que sus padres resuelvan todas sus demandas, prefieren ser siempre niños; constantemente hacen juicios de valor sobre sus padres, los acusan de sus errores y hasta se creen superiores a ellos.
Con este panorama claro, como padres tenemos la responsabilidad de educar, guiar, facilitar y acompañar el desarrollo reflexivo de nuestros hijos desde su autonomía e independencia. No hay recetas mágicas, pero si pequeñas pautas que nos pueden ser de utilidad, somos padres y lo seremos para siempre, por lo tanto, somos su guía, los alertamos de los peligros, ponemos reglas de comportamiento, establecemos límites, los cuidamos, delegamos funciones y los acompañamos en su formación integral a lo largo de su vida.
Desde que los niños son pequeños es saludable integrarlos en actividades cotidianas del hogar. Los expertos señalan que, hasta crear el hábito, las frases: “ayúdame o vamos a hacerlo juntos” promueven que no se entienda como una imposición, sino por el contrario, una colaboración; esto les permite integrarse como parte activa de la familia y no quedarse relegados como los “demandantes eternos” de un servicio.
Nuestros hijos tienen habilidades y gustos distintos, sus habilidades se puedan perfeccionar apoyando actividades en las que se sientan más cómodos, sin que esto signifique que recargamos más trabajo en un hijo que en otro, o que limitemos la posibilidad de aprender a todos por igual.
Las normas en casa
En un hogar las normas deben ser entendidas, se deben verbalizar adecuadamente y deben quedar claras las consecuencias de no cumplirlas. Por ejemplo: si la norma es que Juan debe ayudar a lavar los platos de la cena y Juan no lo hace, previamente con Juan y los demás integrantes de la familia acordamos las consecuencias de no lavar los platos. Esto nos ayuda evitar molestarnos o exaltarnos ante un incumplimiento y a improvisar castigos que causan sentimiento de injusticia y rechazo.
Cuando se elaboren los acuerdos es beneficioso admitir que los hijos sean partícipes y se comprometan, esto les permitirá tener claras las consecuencias de su acción u omisión. Estas normas, sin embargo, no pueden ser absolutamente rígidas, es conveniente valorar cada circunstancia y siempre estar abierto a escuchar y negociar, sin que esto signifique que cedamos en todo y dejemos que nuestros hijos hagan su capricho y menos aún nos manipulen.
No debemos cansarnos de expresarles abiertamente y de forma explícita cuánto los queremos, cuánto nos importan, junto con el contacto físico de un fuerte abrazo que les hace tan bien a ellos como a nosotros. De igual manera, mostrarnos ante ellos tal cual somos, con limitaciones, y que a veces podemos estar tristes, cansados y preocupados; y que no siempre estaremos cien por ciento para ellos, porque también requerimos tiempo para nosotros; espacio en el cual ellos podrán ayudarnos, asumiendo las responsabilidades que les corresponden.
De igual forma, para mantener la armonía y equilibrio en nuestros hogares, es importante que todos los miembros de la familia sepamos reconocer nuestros errores y aceptemos las virtudes y defectos de cada uno. Estar conscientes de las fortalezas, así como de las debilidades propias y de nuestros hijos, nos ayuda a enfrentar las dificultades con resiliencia, evitando que se quiebren ante el mínimo fracaso.
Es por ello importante enseñar a nuestros hijos que el fracaso no es la ruina, que todos cometemos errores, pero que lo importante es darnos cuenta y aprender de la equivocación, aceptarla con amor, asumir la responsabilidad; que debemos mirar el error, más no tratar de ocultarlo; porque al mirarlo, no solo lo reconoceremos, sino que también podremos evitarlo a futuro.
¿Cómo corregir a nuestros hijos?
Debemos tener en cuenta que la corrección a nuestros hijos debe tener lugar de forma inmediata una vez que ha ocurrido el hecho, haciendo énfasis en la acción, más no en la persona, y mejor si se corrige en privado para evitar abochornarlos, puesto que, lo que queremos es el cambio de actitud consciente, antes que el resentimiento que se origina producto de la corrección.
Poniendo límites
Resulta indispensable enseñar a nuestros hijos que deben poner límites frente a personas que los quieran agredir, que aprendan a cuidar de la integridad de su cuerpo, de su estado emocional y espiritual, sabiendo decir NO, apartándose y reconociendo situaciones y personas peligrosas para ellos.
Por otro lado, no siempre es posible mantener la calma, los excesos nunca son buenos, conviene que, una vez superado el problema, se converse con tranquilidad sobre lo ocurrido, haciéndoles notar que “esa determinada acción “causó un malestar, señalando la acción no a la persona. Fundamental resaltar que nuestro amor hacia ellos es incondicional.
Finalmente, como padres debemos comprender que, como principales formadores de nuestros hijos, nosotros les damos las alas y les enseñamos a volar, pero son ellos quienes emprenderán su propio vuelo. No somos padres perfectos, no tenemos los hijos ideales. Ser padre no es una tarea fácil, es verdad, pero es una tarea hermosa si la hacemos con amor y nos permitimos trascender sin egoísmos.
Ruth Elizabeth Maldonado Rengel
Doctora en medicina y cirugía, magister en hebeatría, estudiante avanzada del Doctorado en Ciencias Morfológicas en la Universidad de Temuco Chile. Docente investigadora de la Universidad Técnica Particular de Loja, en la Facultad de Ciencias de la Salud en grado y postgrado.
remaldonado6@utpl.edu.ec
No Comments