En el marco del proyecto “Educación en la afectividad hacia la sexualidad para niños y adolescentes de Ecuador y América Latina”, conversamos con su coordinadora, Verónica Sánchez, para conocer más sobre su desarrollo y sobre la importancia que, en la familia, tiene una correcta educación en afectividad y su relación directa con la sexualidad.
En principio, Verónica, ¿qué es afectividad?
La afectividad se entiende como la capacidad de los seres humanos para relacionarse y crear lazos afectivos. La afectividad promueve la estabilidad emocional y refuerza la confianza que requieren los niños y adolescentes para su desarrollo integral. De ahí la importancia de que los padres de familia asuman su rol como primeros educadores de sus hijos y los docentes acepten la corresponsabilidad de la educación de los niños.
De manera general, sin entrar en una clasificación extendida de la palabra, el amor puro implica un amor incondicional que no espera nada a cambio, como dice 1 Corintios 13:4-13, 4 El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable. El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie. No es orgulloso. 5 No es grosero ni egoísta. No se enoja por cualquier cosa. No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho. 6 No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la verdad. 7 El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo. 8 Solo el amor vive para siempre. 13 En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Para la especialista Ana Riscos (2019), la educación en la afectividad se da en tres dimensiones que se deben adaptar a las etapas evolutivas:
– Enseñar a pensar con criterios de verdad (virtud de la prudencia).
– Enseñar a querer rectamente el bien (virtud de la fortaleza).
– Enseñar a amar con nobleza (virtud de la castidad).