El lenguaje es un instrumento de reflexión y transformación que nos invita a explorar y comprender nuestra realidad interior y exterior en su forma oral o escrita. Nos permite expresar emociones, ideas y pensamientos profundos, estableciendo conexiones significativas con los demás y con nosotros mismos.
El acto de hablar y escribir no es meramente automático; requiere una reflexión consciente sobre el significado y el impacto de nuestras palabras. Como señala Saramago (2004), debemos examinar cuidadosamente nuestras ideas antes de expresarlas, asegurándonos de que reflejen con precisión nuestros pensamientos y sentimientos. Las palabras, lejos de ser inocentes, tienen un poder profundo para sanar o herir. Por ello, incluso en los momentos más difíciles, debemos dirigirnos a nosotros mismos y a los demás con cordialidad y cariño.
Cada palabra que pronunciamos o escribimos lleva consigo una carga de significado y una responsabilidad en la construcción de la realidad compartida. Por tanto, es crucial ser conscientes del poder que poseen y del impacto que pueden tener en quienes las reciben.
La influencia de las palabras en la salud integral del ser humano es un tema de creciente relevancia en disciplinas como la psicología y la medicina. El impacto significativo que estas tienen en aspectos como el comportamiento, las emociones y la salud mental nos invita a comprender mejor este vínculo. Esta comprensión puede abrir nuevas vías para mejorar el bienestar general y la calidad de vida de las personas.
El poder sanador y destructor de las palabras
Es innegable el poder que las palabras tienen sobre nuestra percepción del mundo, de nosotros mismos y de nuestras relaciones interpersonales. La forma en que nos comunicamos, tanto internamente como con los demás, moldea nuestra autoimagen y autoestima de manera significativa.
El poder terapéutico de las palabras
En el ámbito de la psicoterapia, las palabras se convierten en herramientas terapéuticas poderosas. Los profesionales utilizan el lenguaje para ayudar a los individuos a explorar sus pensamientos y emociones, a reinterpretar experiencias pasadas y a desarrollar estrategias para enfrentar los desafíos presentes.
Haciendo un buen uso de las palabras
El uso de palabras positivas, empáticas y de autoafirmación, como “soy fuerte”, “merezco ser feliz” y “confío en mi capacidad”, tiene un poderoso efecto en el bienestar emocional. Estas palabras activan nuestro sistema de recompensa cerebral, liberando neurotransmisores como la dopamina y la serotonina que nos infunden sensaciones placenteras y nos impulsan a buscar más experiencias positivas. Los estudios de Waldman Mark y Newberg Andrew (2012), respaldan esta afirmación al demostrar que las palabras positivas influyen en la estructura y el funcionamiento cerebral, y pueden tener efectos duraderos en nuestra salud mental y emocional.
Al comunicar un mensaje o una orden, es crucial considerar la edad de la persona. Cuanto más joven sea, más importante será centrarnos no solo en cómo decimos las cosas (tono y forma de hablar), sino también en la coherencia entre nuestros pensamientos y emociones. Esto proporciona seguridad y claridad a la persona, ya que la falta de claridad y la ironía a menudo pueden confundir el mensaje y hacer que las órdenes o discursos sean menos efectivos.
Por ejemplo, cuando usamos frases largas y cargadas de explicaciones, como “¡Te he dicho ya 5 veces que te pongas el abrigo! ¿Cómo tengo que decírtelo ya?”, podemos generar confusión y frustración. Este tipo de comunicación puede resultar en consecuencias negativas, ya que los gritos no resuelven nada y, de hecho, suelen tener un efecto contrario al deseado. El grito es un signo de falta de control y desbordamiento, y a menudo se da sin contacto visual, que es esencial para una comunicación efectiva.
El poder del diálogo interno positivo
Las palabras que compartimos con los demás son importantes, pero también lo es nuestro diálogo interno. El modo en que nos hablamos a nosotros mismos puede influir profundamente en nuestra autoimagen y bienestar emocional. Si nos repetimos constantemente que somos torpes, fracasados e incapaces, estamos enviando mensajes destructivos al cerebro que nos llevan a cuestionar nuestro propio valor. En cambio, cultivar un diálogo interno compasivo y positivo puede transformar nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo.
Es esencial reconocer la importancia del lenguaje y la responsabilidad que conlleva su uso. No obstante, es igualmente vital analizar el estado emocional de las personas. Entender las raíces de la amargura o agresividad que lleva a algunos a hacer un uso inapropiado de las palabras puede ser esclarecedor. Al integrar la conciencia en nuestras interacciones verbales, podemos construir relaciones más sólidas y enriquecedoras.
En este contexto, las palabras no son meros instrumentos de comunicación, sino herramientas poderosas que promueven la comprensión mutua y el crecimiento tanto personal como colectivo. De esta manera, el lenguaje se convierte en un puente, no en un muro, permitiéndonos conectar con los demás de manera más profunda y significativa. Finalizo con las sabias palabras de Mahatma Gandhi: “Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”.
Ruth Patricia Maldonado Rivera
Docente Universitario en materias de pre y postgrado de la Universidad Técnica Particular de Loja. Master en Desarrollo de la Inteligencia y Educación; y, Máster en Ciencias de la Familia.