El amor, la clave para el matrimonio

Este artículo resalta lo bien logrado del documento Dicasterio de Laicos, Familia y Vida, desde el Vaticano para el mundo entero.” Las orientaciones pastorales a las iglesias particulares mediante los Itinerarios Catecumenales para la Vida Matrimonial, presentan una herramienta que vale la pena tomar en cuenta, también desde la vida académica, en el camino de una Educación para la Paz y en el camino de una Educación en, desde y para el Amor.

El documento, es una respuesta a:

 

“Una de las necesidades más urgentes de la Iglesia hoy; la necesidad de acompañar a los jóvenes hacia la plena realización de lo que sigue siendo uno de sus mayores “sueños” y una de las principales metas que se proponen alcanzar en la vida: establecer una relación sólida con la persona amada y construir sobre ella una familia” (Itinerarios Catecumenales, 2022).

Es mi afán resaltar algunas claves esenciales básicas del documento. Especialmente quisiera, a continuación, proponer un breve camino sobre dos claves que creo, transmiten la profundidad de la obra y nos entusiasman para la vida matrimonial. Abordaré entonces la: (a) clave antropológica, (b) clave de la educación basada en el amor.

- Clave antropológica

Hablar hoy de Noviazgo y Matrimonio, en muchos casos, es tratar de una utopía ajena para muchas sociedades; nos enfrentamos ante una realidad afectiva sumamente manoseada y profundamente difuminada. Esto lo evidenciaba Bauman, por ejemplo, cuando decía que “la moderna razón líquida ve opresión en los compromisos duraderos; los vínculos durables despiertan su sospecha de una dependencia paralizante.” Ésta y otras realidades de la modernidad del consumo, no solo tienen un impacto en la disminución durable de las relaciones amorosas como, entre más, con un presentir fugaz y desechable de las mismas.

 

Para este desafío, es necesaria una base antropológica clara como punto de partida. Un paso previo al documento de los Itinerarios Catecumenales (y que quizá corresponde en gran parte a un aporte universitario) implica el esfuerzo teórico contundente para situar y comprender aquella profunda vivencia que trasciende el llamado amor romántico.

Las experiencias y prácticas de socialización actuales, relacionadas con el enamoramiento, se manifiestan en una gran diversidad de matices a través de las diferentes culturas, una realidad que se difumina cada vez más del imaginario social, particularmente a partir de la revolución sexual del 68 (acompañada con la aparición de la píldora y los anticonceptivos).

 

Por otro lado, el cortejo o galantería continúan desempeñando un papel clave en el ámbito relacional y en la madurez del amor sexuado que posibilita el fortalecimiento de la comunidad. Percatamos que la antropología cultural enraíza, al mismo tiempo, ciertas notas esenciales en la relación de pareja, que pueden dar paso a unidades sociales de gran relevancia y calado como lo son el Matrimonio y la Familia.

 

Comprender las bases teóricas respecto a las relaciones amorosas, “es un paso importante para encontrar las alternativas que contribuyan al enriquecimiento de las relaciones y el bienestar en la vida adulta”. Sí, hay que hablar, fuerte y claro, sobre la alegre y buena noticia del Noviazgo y del Amor Conyugal y; al mismo tiempo, escuchar, acoger y acompañar la fragilidad propia de la persona y de las relaciones humanas.

 

Dinamizan ésta primera clave antropológica, aquellas palabras, en la exhortación Papal sobre la Alegría del Amor, que nos recuerdan el hecho de que: “Aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa ni puede ser el objetivo de un breve curso previo a la celebración del matrimonio. En realidad, cada persona se prepara para el matrimonio desde su nacimiento”. Es por ello, fundamental, partir de una base sólida, clara y bien fundamentada que, de forma gradual, transversal, sinodal y continua, acompañe la experiencia integral de una vocación personal para la vida conyugal.

- Clave de la Educación Basada en el Amor

Abrimos paso a la segunda clave sobre una Educación Basada en el Amor. Así como existen los enfoques para un aprendizaje basado en proyectos, problemas, competencias, retos, procesos, y un largo y creciente etcétera; creo que es importante nunca perder de vista el objetivo primero, la esencia de la Educación.

 

Escuchaba recientemente a un colega (precisamente un colega argentino) que hablaba sobre los modelos educativos de las universidades. Él decía, que si tomáramos hoy una fotografía a estos modelos actuales nos dirían, en su gran mayoría: “formamos hormiguitas para trabajar”. ¡No!, es la Educación para el Amor la que debe primar, pues, al final de cuentas, es lo que más impacto tiene en nuestras vidas (en lo profesional, familiar, etc.), diría mi colega (Prof. Cristian Conen de la Universidad de la Sabana): nuestra identidad más profunda es que somos Amadores, hechos para amar y ser amados.

 

Al respecto de ésta reflexión, el documento de los Itinerarios Catecumenales, nos transmite la base de dos verdades fundamentales:

 

«La primera es que el hombre está llamado a vivir en la verdad y en el amor; la segunda es que cada hombre se realiza mediante la entrega sincera de sí mismo» en una vocación. Iluminar a los jóvenes sobre la relación que tiene el amor con la verdad les ayudará a no temer de forma fatalista los sentimientos cambiantes y la prueba del tiempo.

Me refiero a que hay que empezar la casa por los cimientos. Es decir, primero enamórate. Y no se trata de un amor romántico (o cursi) de ese que excede en la mayoría de las series y películas actuales. Me refiero al Amor con forma de Cruz: un amor logrado, maduro, fuerte, profundo, infinito, duradero (ese que no se acaba, no porque “aguanta todo”, sino porque desborda una alegre plenitud cotidiana).

Cierro ésta inicial reflexión sobre la clave para una Educación basada en el Amor con un par de desafíos relacionados y muy bien expresados desde el documento orientador del Dicasterio cuando se plantea que:

 

Los jóvenes están expuestos a dos peligros: por un lado, la difusión de una mentalidad hedonista y consumista que les priva de toda capacidad de comprender el bello y profundo significado de la sexualidad humana. Por otro, la separación entre la sexualidad y el “para siempre” del matrimonio. Los procesos de educación de la afectividad y de la sexualidad – en el horizonte de “una educación sexual positiva y prudente” – que se proponen a los niños “a medida que crecen”, no deben limitarse al horizonte del amor “a secas”, ya que éste, en la interpretación cultural dominante se entiende principalmente como amor romántico, por el contrario, deben insertarse en una clara visión conyugal del amor, entendido como una entrega recíproca de los cónyuges, como un saber amar y un saber dejarse amar, como un intercambio mutuo de afecto y aceptación incondicional, como un saber alegra.

José Carlos Ortiz Müggenburg  

Maestro en Educación por la Universidad Anáhuac. Maestro en Ciencias de la Familia en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia (Sección Mexicana). Máster en Antropología Personalista por la Asociación Española de Personalismo. Actualmente estudia el Doctorado en Educación y Psicología de la Universidad de Navarra. Es docente de licenciatura y posgrado en las cátedras de: Persona y Sentido de Vida; Noviazgo, compromiso y Matrimonio; Antropología de la Familia; Persona, Familia y Sociedad; entre otras.