Somos vulnerables, todos, sin excepción. Basta con dedicarnos unos minutos a mirar nuestra historia personal. Tú, que ahora lees estás palabras (gracias por ello), puedes pensar en esas situaciones difíciles que has afrontado, quizás, ahora, estés atravesando una de ellas.
Ninguna historia está exenta de dificultades. Leí hace poco una frase que me resultó llena de sentido: “Sé amable con todos, no sabes las batallas que cada uno/a está librando”. Y es que “batallas” hay muchas, algunas más visibles que otras, pero todas profundamente significativas para quien las vive. Pensar en esas “batallas” nos puede remitir a situaciones límite extremas como una grave enfermedad, una fuerte crisis financiera o una relación muy conflictiva –por poner algunos ejemplos–, sin embargo, es preciso reconocer también las pequeñas batallas diarias, esas que te desafían en la cotidianidad, esas que encontramos en nuestro trabajo, en nuestra familia o incluso con nosotros mismos –en cómo nos percibimos o cuán satisfechos estamos con la vida que vivimos día a día–. Son esas batallas, grandes y pequeñas, las que nos recuerdan cuán vulnerables somos.
Esta vulnerabilidad explica la búsqueda por ser “más fuertes” y da razón del protagonismo que en los últimos años ha tomado la resiliencia. Antonovsky la define como aquella que: “se preocupa por el bienestar y considera que los factores estresantes o situaciones adversas pueden tener consecuencias saludables y beneficiosas. Además, realza y potencia las fortalezas, los talentos y las habilidades de las personas. Invita a identificar los recursos personales, interpersonales o contextuales.”
¿Cuánta atención damos a nuestro bienestar? Y es que prepararnos para afrontar los momentos de estrés y las situaciones adversas, más que una cuestión de mera resistencia o fortaleza, es una invitación a cuidarnos y cuidar a nuestras personas favoritas para llenar la historia de nuestras vidas de recursos que nos ayuden a sobrellevar las dificultades.
La propuesta es, entonces, aprender a vivir lo mejor posible el hoy, el ahora, comprendiendo que ese ahora se suma a nuestra historia y cuanto mejor lo vivamos, tendremos más herramientas para afrontar esas situaciones adversas que inevitablemente llegan.
¿Cómo vivir mejor el “hoy”? Esta pregunta tiene muchas respuestas, hoy te comparto una muy concreta: vivimos mejor el “hoy” si cuidamos nuestros pensamientos. Para esto, conviene remitirnos a los aportes de la Dra. Karen Reivich de la Universidad de Pensilvania, investigadora experta en resiliencia. Ella identifica dentro de los factores que contribuyen a la capacidad resiliente, la agilidad mental y la autorregulación emocional, estos dos aspectos tienen estrecha relación con las trampas mentales que en la cotidianidad te llevan a alimentar pensamientos poco productivos. A continuación te cuento en qué consisten estas trampas mentales y te invito a que, mientras lees, detectes si hay alguna(s) con la que te sientas identificado/a: