¿Cómo tratar la “diabetes mellitus tipo 1”?

La diabetes mellitus tipo 1 (DM1), llamada antes “diabetes infanto juvenil” o “insulinodependiente”, es un trastorno metabólico grave que impide al cuerpo la descomposición y uso normal de la glucosa, debido a un déficit de insulina por una enfermedad autoinmune. La DM1 constituye más del 90% de los casos de diabetes mellitus (DM) diagnosticados en la infancia y adolescencia, corresponde a entre un 5% – 10% de los casos de DM en el global de la población (niños y adultos). Es una de las enfermedades crónicas más frecuentes de los niños. Su adecuado tratamiento y seguimiento puede evitar o retrasar la aparición de complicaciones.

 

La incidencia varía mucho en las distintas partes del mundo y en los distintos grupos étnicos. Está aumentando del 2% al 4% en general en Europa. Su incidencia oscila entre 45 y 65 casos por cada 100.000 niños menores de 15 años (en Finlandia y Cerdeña). En los Estados Unidos, la incidencia de DM1 es de 22.3 niños por cada 100.000 por año. Según las proyecciones de la Federación Internacional de Diabetes (IDF), con los datos al 2017, a nivel mundial existen 1´106.500 pacientes con DM1 en edades entre 0 – 19 años, con incidencia anual de 132.600. En el Ecuador se proyectó que en este grupo de edad, existe 740 pacientes con DM1. La edad de presentación tiene una distribución bimodal, con edades de 4 a 6 años y entre 10 a 14 años de edad. No parece haber diferencia de sexo en la incidencia de DM1; sin embargo, en algunos estudios hay mayor frecuencia de DM1 en hombres (3:2)

 

Causas:

La DM1 se desarrolla cuando el sistema inmunitario destruye las células productoras de insulina (llamadas células beta) ubicadas en el páncreas. Esto se llama respuesta autoinmune. Este proceso ocurre durante muchos meses o años, y es posible que no haya síntomas de DM. La sintomatología comienza a aparecer cuando se han destruido aproximadamente el 90% de las células beta del páncreas.

La DM1 puede desarrollarse en personas con antecedentes familiares de DM1, pero también en personas sin antecedentes. En cualquier caso, las personas que desarrollan DM1 tienen uno o más genes que los hacen susceptibles a la enfermedad. Como en otras enfermedades de base autoinmune, se acepta una causa multifactorial, con presencia de una predisposición genética sobre la que algún factor ambiental desencadena una respuesta autolesiva del propio sistema inmunitario sobre la célula beta.

Factores de riesgo:

  • Susceptibilidad genética: el riesgo de padecer la enfermedad aumenta significativamente en niños con un pariente cercano afectado. Cuando no hay antecedentes familiares, el riesgo de presentar DM1 es en menor 0.4%. Cuando la madre es afectada el riesgo es 1% – 4%; cuando el padre es el afectado, 3% – 8%; y, cuando ambos padres tienen DM1, hasta 30% de riesgo se reporta. En caso de hermanos, el riesgo es 3% – 10%; cuando son mellizos, el 8%; y, si son gemelos, el riesgo es 30% – 60% en toda su vida.

Los autoanticuerpos más comúnmente analizados en la práctica clínica son los dirigidos: contra la insulina (IAA), contra la descarboxilasa del ácido glutámico (anti-GAD), contra el antígeno de insulinoma tirosinfosfatasa-like (anti-IA2), contra células del islote (anti-ICA) y contra el transportador 8 de Zinc (anti-ZnT8). Existen más de 60 variantes genéticas asociadas con una mayor predisposición a padecer DM1. La mitad de dicho riesgo se establece por determinadas combinaciones de alelos del complejo mayor de histocompatibilidad (HLA) tipo DR y DQ. En cualquier caso, menos del 10% de los portadores de genotipo HLA de alto riesgo desarrollarán la enfermedad.

  • Factores ambientales: los desencadenantes de la respuesta autoinmune son desconocidos. Se estudia acerca de la posible influencia de factores infecciosos (como rubéola, coxsackie B, parotiditis, coronavirus), antígenos alimentarios (proteína de leche de vaca, gluten, metabolismo de la vitamina D), etc., sin que al momento se disponga de datos suficientes para poder realizar afirmaciones indiscutibles.

Presentación clínica:

En los niños pequeños, el diagnóstico de DM1 a menudo se pierde porque puede ser difícil de reconocer los síntomas de hiperglucemia en este grupo de edad. Los menores de 2 años son propensos a tener un diagnóstico retrasado. En la edad prepuberal, la presencia de infecciones prolongadas por Candida (hongos) deben llamar la atención para descartar DM1. Así mismo la presencia de enuresis (orinarse dormido) o incontinencia urinaria de nueva aparición en niños que ya controlaban esfínteres, debe causar la sospecha de DM1.

 

Diagnóstico

El diagnóstico de DM se basa en cualquiera de los siguientes 4 hallazgos del metabolismo anormal de la glucosa. Se realiza un examen de sangre en donde se debe buscar:

Anomalías detectadas en el metabolismo anormal de la glucosa:

 

Tabla 1. Criterios diagnósticos de DM (Asociación Americana de Diabetes 2023)

1.      Síntomas clásicos de hiperglucemia y glucosa plasmática ³ 200 mg/dl a cualquier hora del día. *

2.      Glucosa plasmática en ayunas ³ 126 mg/dl, en al menos 2 ocasiones. El ayuno se define como ausencia de ingesta calórica durante al menos 8 horas. **

3.      Glucosa en plasma ³ 200 mg/dl medida 2 horas después de una carga de 75 g glucosa anhidra en una prueba de tolerancia oral a la glucosa (PTOG). **

4.      Hemoglobina glucosilada (HbA1C) ³ 6.5%. **

*Este criterio por sí sólo diagnostica DM1.

**En ausencia de hiperglucemia inequívoca, los criterios 2, 3 y 4 deben ser confirmados por segunda vez, en días diferentes. También se confirma el diagnóstico si se cumplen 2 criterios diferentes.

Aunque ninguna prueba de diagnóstico puede distinguir entre los dos tipos de diabetes, la DM1 se presume por la presencia de autoanticuerpos séricos (IAA, anti-GAD, anti-IA2, anti ICA, anti-ZnT8) y por niveles inapropiadamente bajos de péptido C e insulina en ayunas con hiperglucemia concomitante.

 

Tratamiento

Para alcanzar los objetivos del crecimiento adecuado, buena calidad de vida y el menor riesgo de complicaciones, serán fundamentales: la administración de insulina, el control de la alimentación, el ejercicio físico, la monitorización de la glucosa, la educación diabetológica, la motivación, el control periódico y el cribado de comorbilidades y de complicaciones.

 

El comunicar a los padres el diagnóstico DM1 puede ser una experiencia abrumadora, y es muy común tener preguntas sobre el porqué se desarrolló, qué significa para la salud a largo plazo y cómo afectará a la vida cotidiana de sus hijos.

 

Para la mayoría de las personas, los primeros meses después del diagnóstico están llenos de altibajos emocionales. A pesar de los riesgos asociados con DM1, la mayoría de las personas pueden llevar una vida activa y continuar disfrutando de los alimentos y actividades que hacían antes de ser diagnosticados con diabetes. La DM1 no significa el fin de los alimentos para ocasiones especiales como el pastel de cumpleaños. Con un poco de planificación avanzada, la mayoría de las personas con DM1 pueden disfrutar del ejercicio en casi cualquier forma.

 

Existen desafíos únicos en el cuidado de niños y adolescentes con DM1 que establecen una diferencia entre la atención pediátrica de la de los adultos. Estos incluyen las diferencias obvias en el tamaño de los pacientes, problemas en el desarrollo como la imprevisibilidad de la ingesta dietética, el nivel de actividad de un niño pequeño y la incapacidad para comunicar los síntomas de la hipoglucemia, a más de otros problemas médicos como el aumento del riesgo de hipoglucemia y CAD. Debido a ello, el manejo de un niño con DM1 debe tener en cuenta la edad y la madurez del desarrollo.

 

El manejo exitoso en los niños con Diabetes Mellitus tipo 1 incluye:

 

  • Equilibrar el objetivo del control glucémico estricto (control de la glucosa en sangre), que reduce el riesgo de secuelas a largo plazo de la hiperglucemia crónica y evita la hipoglucemia grave.
  • Establecer objetivos realistas para cada niño y familia. La edad y el estado de desarrollo del paciente y el nivel de participación familiar son importantes para establecer un plan de tratamiento práctico que pueda ser implementado por el paciente y la familia /cuidadores.
  • Entrenar al paciente y a la familia/cuidadores en técnicas de autocontrol de DM1 para mantener la glucosa en sangre dentro de un rango objetivo y reconocer y tratar la hipoglucemia.
  • Mantener el crecimiento normal, el desarrollo y la maduración emocional y apoyar el aumento de la independencia y el cuidado personal de la DM1 a medida que el niño crece.

 

La educación inicial sobre la DM1 y la capacitación en autocuidado debe ser llevado por un equipo médico multidisciplinario que permita que el paciente y la familia adquieran los conocimientos y habilidades necesarias para la atención. Los miembros del equipo de cuidado del niño diabético incluyen un endocrinólogo y/o diabetólogo, pediatra, educadores en diabetes, nutricionista, psicólogo y trabajador social.

Tabla 2. Objetivos de control glucémico (Asociación Americana de Diabetes 2023)

A1C

Menor 7.0 %

Glucosa plasmática capilar preprandial

80 – 130 mg/dl

Glucosa plasmática capilar posprandial

Menor 180 mg/dl

 

Los objetivos glucémicos deben individualizarse para obtener valores lo más próximos a la normalidad, evitando hipoglucemias. En la actualidad existen dispositivos que permiten la monitorización de glucosa en tiempo real, siendo mínimamente invasivos. Predicen la aparición de hipoglucemias y facilitan el manejo de los rangos adecuados de glucemia, para evitar complicaciones.

 

En conclusión se pueda mencionar que  la Diabetes Mellitus tipo 1 en niños provoca hiperglucemia debido a la destrucción de las células beta del páncreas, con la subsecuente ausencia en la producción de insulina. La DM1 es una enfermedad crónica, autoinmune, para su presentación existe una predisposición genética en interacción de factores ambientales. Si bien su prevalencia es baja, constituye una enfermedad que justifica un cambio del estilo de vida y de los cuidados de salud de los niños por parte de sus padres y/o cuidadores. Es importante que, ante la sospecha clínica de la enfermedad, se realicen los exámenes para confirmar y con ello ofrecer tempranamente el tratamiento para demorar o prevenir las complicaciones de la enfermedad. El equipo de atención pediátrica debe comenzar a preparar a los pacientes en edad puberal para la transición a la atención médica de adultos a principios     de la adolescencia y, a más tardar, al menos 1 año antes de la transición.

Dr. Vladimir Vázquez Aguirre

Especialista en Medicina Interna en el Hospital Metropolitano, Quito – Ecuador. Especialista en Diabetología en la Sociedad Argentina de Diabetes, Buenos Aires – Argentina. Especialista en Endocrinología en la Universidad de Guayaquil, Guayaquil – Ecuador. Máster en Endocrinología Avanzada en la Universidad Alcalá de Henares, España. Posgrado de Alta Especialidad en Neuroendocrinología en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán – UNAM, México. 

Contacto:

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  • Hospital Santa Inés, Cuenca. Teléfono: 072-827888 ext. 2100, 0985040887.

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