Abuelos: reminiscencia de sabiduría y amor

Cierra los ojos y trata de recordar alguna de las memorias que tienes con tus abuelos, ¡vamos inténtalo! … Para mí, es tener la imagen de mi abuelita Rosa en el jardín de su casa cuidando de sus amadas plantas y cosechando café. Ese café que con mucho cuidado secaba, tostaba, molía y preparaba, sólo como ella sabía hacerlo, y que hoy, cada vez que percibo el aroma de un buen café, me permite regresar a esos momentos junto a ella.

 

Este pequeño proceso que me permito hacer cada vez que puedo, es lo que en psicología denominamos reminiscencia, y se lo describe como el proceso mediante el cual se emplean diversos recursos y estímulos para guiar al paciente con deterioro cognitivo en la evocación de recuerdos autobiográficos (Woods et al., 2018); y si bien hay varios estudios que validan este proceso como una técnica muy efectiva para estimular la memoria, la atención y los sistemas sensoriales; cabe mencionar que es una herramienta muy potente para poner en perspectiva la propia historia de los adultos mayores.

 

Si hay algo que le da sentido a nuestra vida y a nuestra historia como seres humanos, es reconocer y dar valor a cada una de las etapas que hemos tenido la oportunidad de atravesar; el volver nuestra mirada a aquellos momentos más felices o más difíciles para darles un sentido, una compresión y un aprendizaje.

 

Erikson (1952), en su teoría del desarrollo humano, sostiene que la vejez nos enfrentamos al contraste de optar por la integración frente a la desesperanza, entendiéndose la integración como la opción más adaptativa en la que a cada uno de los obstáculos, cambios y crisis, los aceptamos como parte de nuestro aprendizaje y le damos su peso al momento de analizarlos como los grandes hitos que nos han permitido llegar hasta donde hemos llegado.

 

Por lo tanto, cuando damos la oportunidad de que las personas identifiquen estos momentos representativos en su vida, desde este enfoque, damos la oportunidad de que incluso aquellas vivencias que fueron difíciles de atravesar, se las resignifique. Al hablar de la resignificación, abordamos la posibilidad de conceder un sentido diferente a los eventos del pasado que pudieron generar conflictos internos (Arias et al., 2020); para dar paso a la comprensión de estos, de tal manera que, aunque no podemos cambiar estos eventos, podemos considerar que nos han generado una ganancia en cuanto a sabiduría adquirida.

 

Un aspecto que debemos incluir es el factor intergeneracional, que, de manera implícita logra complementar el constructo de la integración; y es que el poder trasmitir esa sabiduría obtenida de la comprensión y aprendizaje de los eventos vitales, a generaciones más jóvenes enriquece no solamente a quien es la persona receptora de esa información, sino también a la sociedad en general.

El incluir la terapia intergeneracional, con los procesos de reminiscencia, resignificación y la integración, nos garantiza que la persona adulta mayor pueda emplear esos eventos, que se han transformado en recuerdos de su propia biografía, para que su familia conozca sus orígenes, las razones y motivos de la existencia de cada uno de los miembros, así como también el poder obtener otra perspectiva de estos.

 

Muchas veces nos apresuramos a juzgar a nuestros abuelos y a nuestros padres al momento de tomar decisiones en sus vidas, sin tomar en cuenta varios de los factores que desconocemos en el transcurso de esos eventos. Es así, que la terapia intergeneracional nos permite también incluir a la familia en la comprensión de estas memorias, y a conocer más de cerca a su padres o abuelos, a verlos más como seres humanos sujetos al hecho de que también pueden cometer errores, en definitiva, a identificarnos más con ellos y a juzgarlos menos.

 

Desde la práctica en psicología, todos estos procesos ponen en marcha muchas técnicas terapéuticas que generan bienestar en la salud mental de las personas, adaptabilidad en las diversas etapas del desarrollo evolutivo, y mejoran su calidad de vida. Estos quizás son de los pocos objetivos que la mayoría de seres humanos compartimos desde que nacemos hasta que dejamos de existir.

 

Finalmente, comprender que desde el momento en que nacemos, comenzamos a envejecer, que cada uno de los eventos vividos y por vivir serán los que compongan nuestras historias de vida, que cada historia nos dejará recuerdos y aprendizajes; que luego podremos compartir con nuestra descendencia con la mayor de las sabidurías y con todo el amor.

María Aranzazu Cisneros Vidal

Licenciada en Psicología (UTPL); Máster en Psicogerontología (Universidad de Valencia- España). Desarrolla su docencia en la UTPL en las carreras de Psicología, Psicología Clínica, Medicina, Psicopedagogía y Especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Desarrolla su investigación en la línea de Adulto Mayor y Salud mental.