Pero esta no es solo una responsabilidad de los gobiernos, sino que también se convierte en una labor corporativa, en la que cada empresa asume su contribución social al promover la implementación de políticas más flexibles para sus empleados, con mayores espacios de formación, no solo profesional sino también humana, para ayudarlos a desarrollar sus talentos y todo su potencial, tanto dentro como fuera de la empresa. Asimismo, la instauración de ecosistemas donde el sostén emocional y personal que se brinde repercuta notoriamente en la empresa, en cada trabajador al que se le posibilite asumir más efectivamente sus roles como madre o padre.
Estas son acciones que muchas veces representan un bajo costo económico, pero son de alto impacto en el desarrollo y bienestar del personal. También los profesionales debemos asumir un compromiso concreto con la promoción de la familia, con la necesidad de profesionalizar su servicio y atención, y con investigar sobre las distintas fortalezas y debilidades que se dan en este espacio vital.