El duelo se considera como una respuesta natural y frecuente a la pérdida de algo significativo en nuestras vidas.
Es importante recalcar que el duelo es un proceso psicológico y que frente al dolor y el llanto, se profieren algunas demostraciones de apoyo: aflicción, afecto, compasión y solidaridad; entre otros, a causa de la pérdida de un ser querido. El duelo abarca desde la muerte de un ser querido, el final de una relación amorosa, un divorcio, una infidelidad, abandono, así como la pérdida de un trabajo o cualquier otra situación que genere un profundo sentimiento de quebranto o desconsuelo.
De cara a comprender los efectos del duelo sobre las personas dolientes, se lo ha enfocado desde dos grandes perspectivas: la psicológica y la médica.
A saber de la psicológica, el proceso del duelo puede involucrar una serie de emociones, llanto, miedo, tristeza, ira, culpa, ansiedad, confusión, llegando a producir un shock emocional o abandono de sí mismo, pudiendo manifestarse de forma totalmente individual y única en cada doliente, sea por sus rasgos de personalidad, el entorno social, su cultura o la religión que practique, pudiendo el afligido modificar el impacto del duelo en términos de duración o intensidad, dependiendo del tipo de relación que se haya establecido con la persona fallecida, sea esposo, esposa, hijo, madre, hermano, etc. (Dávalos et al., 2008).
Es importante mencionar que el duelo no siempre inicia cuando se produce la pérdida de un ser querido, en algunas situaciones se presenta un duelo anticipado, esto sucede cuando se conoce desde un inicio las complicaciones y el desenlace de la enfermedad haciéndose muy predecible la muerte inminente del ser querido, ocasionando anticipadamente el dolor, el sufrimiento y el impacto emocional ante el fallecimiento devastador. De ahí, la importancia de ofrecer el soporte al afligido para que logre mitigar el sufrimiento con estrategias que le ayuden a una mejor resolución del duelo posterior, cuando surgen los sentimientos de dolor o culpa que pueden complicar la evolución normal del proceso de duelo (Herrero & Cordellat, s. f.).
Sin embargo, cuando no se logra superar la pérdida a pesar del tiempo, puede surgir el duelo patológico también conocido como duelo complicado, refiriéndose a una forma intensificada y prolongada porque dificulta la adaptación y la recuperación emocional después de la pérdida significativa del ser querido, cuya intensidad de síntomas interfieren significativamente en las actividades diarias, en la salud mental y el bienestar general de la persona.
Algunos autores diferencian el duelo patológico, el duelo psiquiátrico; Bourgeoi distingue diferentes modalidades del duelo complicado, como son: el duelo ausente o retardado, inhibido, prolongado o crónico, no resuelto, intensificado, el duelo enmascarado entre otros, cada uno de ellos tiene sus características específicas y únicas en los deudos, estos duelos están asociados a la naturaleza o vínculo de relación que ha generado con la persona (Vargas Solano, 2003).
Por otro lado, si hablamos desde la perspectiva médica, el duelo puede tener efectos físicos en el cuerpo debido al estrés emocional que incrementa la producción de cortisol, lo que en primera instancia puede afectar el sistema inmunológico por su acción inmunosupresora, afecta a la salud cardiovascular y otros aspectos físicos como debilidad muscular, dolor y rigidez articular, que suelen presentarse conjuntamente con una secreción elevada de cortisol, ya que esta hormona causará un catabolismo proteico generalizado, lo que significa que todas las estructuras proteicas del cuerpo se debilitarán incrementando el riesgo de sufrir enfermedades a nivel sistémico.
El cortisol no es la única hormona secretada en exceso durante los periodos de duelo patológico; junto a esta se secretará una hormona muy conocida como adrenalina que cumple varias funciones vitales para nuestro organismo destacando su principal efecto es el estado de alerta mental y la respuesta “lucha/huida” del organismo. El problema radica en la cronicidad y la producción excesiva de esta hormona que sobreestimula el cerebro causando insomnio, agresividad y agitación muscular; la adrenalina va a tener un efecto estimulante directo sobre el sistema cardiovascular, incrementando la presión y la frecuencia cardiaca, llevando a su vez, a problemas cardiacos severos como la angina de pecho o infarto de miocardio.
El conocido síndrome de corazón roto o síndrome de Takotsubo, es una patología cardiaca reversible pero potencialmente mortal en los adultos mayores o con complicaciones cardiacas previas, esta enfermedad se presenta luego de situaciones que lleven a un estrés emocional intenso, por una pérdida, ruptura, abandono entre otras, su sintomatología es similar a la angina de pecho y al infarto agudo de miocardio pero la causa no es la obstrucción arterial, sino que se debe a una disfunción microvascular junto a una respuesta inflamatoria exagerada presentada durante el estrés emocional que conlleva la pérdida de un ser querido (Charro et al., 2017).
Por otro lado, se considera que la espiritualidad puede ser uno de los pilares más utilizados por los deudos para afrontar y trabajar el duelo y así superar las secuelas negativas de la pérdida. La literatura científica ha correlacionado positivamente la espiritualidad con la resiliencia. Se entiende por resiliencia la habilidad para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse, acomodarse y acceder a una vida significativa, productiva y funcional (International Catholic Child Bureau, 1994). La mayoría de las personas hallan fortaleza, amparo y guía ante la adversidad de la pérdida de su ser querido, gracias a las conexiones que tienen con sus hábitos, costumbres, culturales y religiosas (Walsh, 2008).
Por ende, el duelo conlleva a un proceso en la búsqueda espiritual en cuanto que, el sujeto que experimenta la pérdida le otorga significado y sentido a la misma. Para este fin, el individuo debe concentrarse en identificar, desarrollar y/o fortalecer los recursos espirituales que posee para afrontar el proceso de duelo con fe y esperanza (Corr, 1992; Walsh, 2008).
Finalmente se subraya la importancia del apoyo espiritual, médico y psicológico durante el proceso de duelo al afligido que está doliéndole el pasado, el presente y el mañana, es así que la asistencia que se le brinde al doliente le permita poco a poco admitir la pérdida, logrando una mejor aceptación frente al suceso, así como una mayor compresión del sentido de la vida más allá del llanto, del dolor y de la muerte, El apoyo que se brinde a la persona ayudará estimular la conexión más positiva consigo mismo y con los que forman parte de su entorno.
Si bien es cierto, la muerte del ser querido provoca llanto en el alma debido a su ausencia, pero también puede generar grandes cambios en la vida de los dolientes, por experiencias cercanas se puede decir que el duelo lleva un largo y necesario tiempo para afrontar la pérdida, encontrar las maneras de adaptarse a la ausencia es una tarea difícil al inicio, pero es posible y, permite acomodarse a un nuevo modo de vida, que incluye la sana expresión del sufrimiento, de las emociones, gestionar un tiempo para vivir el dolor, esto va de acuerdo al ritmo de cada persona; con ello, se puede lograr que el o los dolientes construyan una sensación de paz al soltar y dejar partir al ser querido en el momento del último adiós.
Dra. Elsa Rosanora Erique Ortega
Magister en Gestión e intervención social, de la Universidad Técnica Particular de Loja, Dra. Psicología Infantil, Universidad Nacional de Loja, Licenciada en Psicología Infantil y Educación Parvularia, Universidad Nacional de Loja, Docente de segunda enseñanza, por la Universidad Nacional de Loja, Diplomada en Educación Sexual y sexualidad, Universidad Nacional de Loja, Diplomada en Sexualidad Clínica y de Pareja, Idea Cosolign y Escuela de Psicoterapia Ecuador, Diplomada en Psicología Forense, por el Colegio de Estudios Multidiciplinarios CEM. (México).
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Dr. Luis Fabián Figueroa Erique
Médico
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