Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha buscado respuestas a preguntas fundamentales sobre su existencia. Estas preguntas nos llevan a reflexionar sobre nuestra identidad, origen y propósito en este mundo. A lo largo de la historia, filósofos, pensadores y científicos, además de personas comunes, han intentado desentrañar estos misterios y encontrar un significado profundo en sus vidas.
En este contexto, considero indispensable abordar este tema que afecta enormemente a la sociedad, pero de manera especial, a los jóvenes. En los últimos años, con la llamada “generación de cristal”, la situación ha empeorado, ya que muchos defienden un constante relativismo y se han sumergido en una “vida líquida” como menciona Zigmunt Bauman, que los lleva a vivir y disfrutar el momento, con planes a corto plazo y sin vínculos personales, es decir, sin ninguna trascendencia.
Esta fragilidad en la vida de los jóvenes, ha hecho que muchos se suman en la depresión, llegando incluso en algunos casos, al suicidio. Hoy en día, este problema es alarmante, por tanto, nuestro aporte se orienta principalmente a la familia y a todos los miembros que la componen, resaltarla como principal formadora de seres humanos integrales. En la familia se aprende a ser y a amar.
Nos enfrentamos a un mundo que está siempre a prisa, y que va a una velocidad que casi no avanzamos a alcanzar, y no podemos desacelerar porque estamos obsesionados con la rapidez de alcanzar el éxito, el dinero y, no somos conscientes del enorme daño que esta forma de vida le está haciendo a nuestras vidas, a nuestra salud, a nuestras relaciones y también a nuestra capacidad de reflexionar y de ser creativos. Vivimos en un nihilismo, en donde todo es carente de sentido y significado, tenemos nuestros propios pensamientos del mundo y donde cada uno expone, defiende su propia verdad y prima el relativismo.
El famoso siquiatra español Enrique Rojas, quien actualmente ostenta el cargo de Director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas, docente de la Universidad Complutense de Madrid, presenta una aproximación al hombre actual, en su libro El hombre light. El autor señala que “el hombre light” es un ser relativista, pesimista, consumista, materialista y hedonista, cuya única meta en la vida es alcanzar el éxito, el poder, el dinero; es un hombre infeliz, inseguro y vulnerable, dice en la contraportada de su libro. Para este hombre, todo está permitido, su libertad no tiene límites, no existen valores definidos en su vida, para él, no existe ni el bien ni el mal, todo depende de cómo se perciba la realidad, da rienda suelta al instinto y al deseo. Promueve la cultura del consumo y el exceso, todo es desechable; solo tiene valor lo que tiene precio, vive el momento y lo espiritual es totalmente ignorado (Rojas, 2012).
Y qué decir de la: “Vida líquida” de la que habla el sociólogo Zigmunt Bauman, que, al igual que Rojas, muestra la manera habitual de vivir en la sociedad moderna contemporánea, caracterizada por no tener rumbo determinado, la vida está definida por la constante incertidumbre y la mayor preocupación del hombre es estar al día de las tendencias materiales que se imponen y por supuesto, de la fecha de caducidad de las mismas, para desecharlas y volverse a poner a tono; de manera que la vida de los seres humanos se vuelve monótona, carente de sentido, vacía e intrascendente, en general, un panorama caracterizado por la liquidez, la volatilidad y la incertidumbre. (Bauman, 2010)
Si bien es natural desear una vida libre de adversidades, tratar de evitar completamente los desafíos es irrealista e incluso contraproducente, por otro lado, aprender a lidiar con ellas de manera efectiva, desarrollar habilidades de afrontamiento saludables y buscar el apoyo necesario para superar los obstáculos y, aceptar la presencia de adversidades como parte de la vida nos permite abrazar el crecimiento personal y encontrar significado y fortaleza en medio de las dificultades.
Urge la necesidad de ayudar a desarrollar en los jóvenes un espíritu crítico, capaz de reflexionar sobre cada una de las situaciones que deben enfrentar en su vida, motivarlos a superar el relativismo, la cultura de la imagen, los efectos de la modernidad y la vida líquida, pero principalmente, a descubrir el sentido de su vida y a vivirla plenamente, resaltando su dignidad de seres humanos; es necesario motivar a los jóvenes a redescubrirse.
Este sentido de la vida proporciona una fuente de significado y propósito; cuando las personas encuentran un propósito más allá de lo material, experimentan una conexión interna con algo más grande que ellas mismas, una fuerza o poder superior, un propósito altruista en el servicio a los demás, una luz divina, o un Padre amoroso que los ama sobre todas las cosas. Encontrar un sentido espiritual en la vida otorga auténtico significado a nuestras acciones y decisiones diarias, dándole un sentido profundo a cada experiencia y desafío que enfrentamos diariamente; proporciona una base de resiliencia y fortaleza interior en tiempos difíciles y de profunda paz y alegría en los mejores momentos.
Lo cierto es que todas las adversidades y vulnerabilidades anteriores serán (o no) vivenciadas en el marco de una existencia personal orientada según una identidad firme, consolidada y un propósito de vida esperanzador.
Descubrir el sentido de la propia vida, es decir, saber exactamente quién soy, de dónde vengo y a dónde voy, preguntarme qué estoy haciendo en este mundo, si mi presencia en la tierra tiene algún propósito, es determinante para vivir de una forma auténtica, consciente, con una dirección concreta, y sin duda, puede favorecer un mejor manejo de las situaciones difíciles.
La verdadera felicidad no puede ser forzada, y no esperamos alcanzarla, más bien surge como una consecuencia de vivir con un propósito. Al momento de volcar la vida hacia un significado mucho mayor que el de complacernos y hacernos sentir bien, nos daremos cuenta que recién comenzaremos a disfrutar de lo que realmente significa la felicidad.
Es así que, en el telar complejo de la existencia humana, nos encontramos tejiendo hilos de esperanza y valentía en medio de un mundo lleno de desafíos y tribulaciones. En esta travesía, un elemento trascendental ha persistido a lo largo de la historia y ha actuado como un poderoso escudo contra la adversidad, el sentido espiritual de la vida.